Los chicos preguntan y algo hay que decirles. No son tontos. Son niños. Curiosos.
¿Por qué, la abu, no viene más a almorzar los domingos?
¿Por qué se ríe tanto cuando manda whatsapp?
¿Por qué anda tan contenta?
Los chicos
preguntan y los adultos tienen que dar respuestas que cierren toda posibilidad de que sigan preguntando y no se vean obligados a adelantarles 20 episodios de
la miniserie de la Vida. Género, comedia romántica. Contiene lenguaje adulto, escenas de sexo y desnudez.
No pueden decirles que la abuela no viene a almorzar los domingos porque trasnocha los sábados en la casa del novio ese que tiene y se despierta con resaca a las 2 de la tarde,
con la cara muerta de risa y los pelos revueltos.
Tampoco pueden decirles que anda contenta porque claro, qué viva, sin niños en etapa escolar, sin discutir por los gastos ni por las cosas que se rompen y se arreglan y se
rompen y que el plomero y el del lavarropas y que una termina el día, agotada y a dormir uno de cada lado, medio peleados por boludeces y lo hablamos mañana
que ya es retarde y nos levantamos a las 7.
Para colmo, la abuela no piensa convivir con el novio y no tienen proyectos. Que a esta altura ya no tiene sentido tener proyectos, dice. Tienen planes. Divertidos, simples, livianos.
Qué viva. Así, cualquiera está contenta.
En Italia, están sorprendidos por una creciente demanda de divorcios entre los 55 y los 65 años.
Parece ser que es un coletazo del aumento de la expectativa de vida.
Era sencillo jurar un “para siempre”, cuando esa expectativa era de 50 años.
(Hoy, aguantar “hasta que la muerte los separe” es un montón, afirman.)
Las abuelas con 10 hijos, 40 nietos y ningún orgasmo, están en franca extinción.
Abuela, hoy, es un simple lugar en el árbol genealógico.
La abuela tiene novio, les dicen. Y los chicos reaccionan con la alegría que les da todo lo nuevo. Porque a los niños, lo nuevo no les da miedo, como a los adultos que perdieron la
curiosidad.