No hay nada peor ni menos recomendable, para mí, que quedarse en la cama si te agarra insomnio.
Por supuesto, recomiendan quedarse en la cama, no encender computadoras ni celulares ni televisores.
Sugieren hacer largar respiraciones y concentrarse en ellas.
Lo intento, no puedo, me levanto y me clavo una serie a las 4 y 20 de la mañana.
Obvio, busco una de esas que tienen episodios cortitos, media hora, ponele. Las Noruegas son siempre buenas.
A veces, no me da para concentrarme y me meto al Facebook.
Grave error.
No sé si es el algoritmo o la gente que has aceptado como amigues, pero te engancha como platito con maníes. No podés parar.
Olvídate si te prendés en el hilo de algún “conocide”, “músique”, que abrió una polémica echándole la culpa a la falta de compromiso de la gente por no comprarle la música que hace. Uff. Y se prenden al debate todas la disciplinas artísticas en un mismo hilo puteador. La culpa la tiene la gente, obvio.
Todo bien, igual. Se entiende. Son tantos años dedicados a esa decisión unilateral de ser artistas sin haber advertido a tiempo que la pirámide del éxito era tan puntuda y que cabían muy poquitos. Son tantos años con más gente arriba del escenario que abajo que, es verdad, enoja un poquito. Y se enojan con el Estado, con el sistema, con Spotify, y con la gente y sus estúpidos gustos!
Afortunadamente, me llegó el sueño.
Me acosté agradeciéndome no haberme metido en la polémica.
Porque Yo decía: – estás haciendo lo que querés. No es poco. Te gusta a vos lo que hacés. Genial. Pero quién te aseguró que lo que vos hacés le iba a gustar a la gente?
Me parece que habría que revisar un poquito eso, aunque sigas haciendo la tuya. Por curiosidad, digo.
Leonardo Favio decía: yo no hago cosas para la gente. Yo soy la gente.
(Me encanta esa frase que dice que uno, en la vida, puede hacer lo que quiera. Lo único que no puede hacer es evitar la consecuencias).
#culpa
#consecuencias
#exito