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Mi hija me dijo “gracias por la imagen que no me voy a poder sacar de la cabeza en todo el fuckin día”.

No era mi intención. Solamente le comenté. Es que yo también había quedado shockeado con el tema de la fiesta esa de China, en la que se comen los perros.

Sí, sí, sí. Los chinos se comen a los perros y, hace unos días, celebraron en Yulin, un festival por el solsticio de verano y se despacharon cerca de 10 mil perritos.

(No quieran ver las imágenes, en Youtube. Yo las vi. Te desarman.)

No son todos los chinos, ok, menos mal. Sólo en algunas regiones con etnias coreanas. Dicen. Y ahora están peleando por declarar la carne de perro como no apta para el consumo humano. Pero es un tradición y lo siguen haciendo a pesar de que el gobierno chino ha sacado de la categoría “ganado” a perros y a gatos.

Pero no sólo los chinos, eh? En África, en la India y en varios países asiáticos, la carne de perro es parte de la tradición culinaria. En corea del sur, se consumen 2,5 millones de perros al año.

Los grupos contra la crueldad animal  han logrado prohibirlo en Taiwán.

“El único tipo de persona que puede indignarse con esto es un hipócrita o un vegano” dice el autor de una nota sobre el festival de Yulin.

Lo que indigna es la crueldad. Perros vivos y enjaulados, atados, colgados. Y una crueldad y un sufrimiento que parece que no registran.

Pero escuchate ésta: en Canadá se puede vender carne de perro si el animal fue sacrificado bajo la inspección de un agente federal.

También se los comen en Suiza y en Alaska. En Hawai, prefieren gatos.

Vos dirás que es otra cultura. Obvio, yo también lo digo. Pero ese comentario no suma nada. Somos igual de depredadores.

Y por estos lados somos bastante crueles también con los pollo, las vacas y los cerdos (igual de inteligentes que los perros, dicen)

Ver en estacionado en la banquina de la ruta, al rayo del sol y con 40 grados, a un camión vaquero o pollero o chanchero, mientras el chofer ejerce su derecho a almorzar, es sólo una partecita de una batería  de crueldades para con estos pobres bichos. Y uno niega y llega y se come una costeleta. Bondades del aparato negador, que le dicen.

Pero bue.

Para que sirve llenarse de imágenes si no vamos a hacer ni un poquito para

cambiar algo?

Mientras ninguna universidad “de esas” descubra que comer animales reduce el

tamaño del pene o aumenta arrugas y celulitis, de momento, la cruel

cadena alimentaria va a seguir siendo la misma.

El único cambio verdadero será hacerse vegano?

Vos qué decís?