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Justo en el momento en que me entraba su “wasap”, yo veía, por mi ventana, las luces de un auto en mi puente.

– Estoy en la puerta – decía el mensaje de voz.

Podía verle la cara, muy alegre, iluminada por el teléfono y viendo si aparecían mis tildes azules.

Vino sin avisar y, para colmo, re tarde, pero bienvenido igual, por la cerveza negra y las empanadas y porque es un amigo, obvio.

Esta vez, lo envidié.

La historia que trataba de contarme, súper ramificada pero hablando de lo mismo, es una de esas historias que querés que te pasen a vos y por las que, a lo mejor, no perdés las esperanzas.

Historia con mujer desconocida que siempre te gustó.

(Mujer con la que jamás tuviste la menor expectativa.)

Historia en la que, inesperadamente, te da bola.

Cena con amigues tuyos y ella sin conocer a nadie y que,

sin querer agradar, agrada, encanta. Y verla así, al lado tuyo, en esa faena, guau, epifanía.

Todo sucediendo. Fluyendo. La cercanía, las risas, las miradas y la complicidad.

Otra noche. Otra cita. Buena charla  y un error.

– No me digas que volviste a largar eso de Sin Proyectos ni Exclusividad.– le dije.

– No. No. Le pregunté, si entre ella y yo había tensión sexual. Onda.  Algo.

Qué ya no éramos pibes, que no había tiempo para perder. Y que el ancho de la mesa que nos separaba eran mil kilómetros si no nos dábamos un beso, ahora mismo.

– Y ella que dijo? – le dije

– Que sí, que había onda y que me daría un beso.

“Pero no hoy. Sos muy ansioso”.

Mi amigo me repitió, 15 veces, que no sabía que hacer. Que qué opinaba yo. Si esperar o llamarla. “Por lo de ansioso”, aclaró. Porque con esta mina le habían vuelto las “maripositas en la panza”.

“Ojalá te enamores” es una maldición árabe.

Pero quién es capaz de pensar en las consecuencias cuando hay un flash.

No pasa siempre. No pasa casi nunca. No se puede dejar pasar.

Le dije que la llamara.

El boludo se me vino encima, rompiendo la distancia de mi mesa, y me dio un abrazo, casi emocionado. Era lo que quería escuchar.

Todavía no tengo noticias de cómo siguió la historia. No tardarán.

Yo, de momento, sigo con lo de la envidia. Pero no de mi amigo. No. De las maripositas, esas. Se extrañan, no?