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Qué poquita cosa te puede llevar hasta un malentendido gigante!

Y, para volver desde ahí, hacen falta mil palabras de las que, seguro, sobran novecientas.

Y, lo más probable, es que cada uno se quede con su paquetito de conclusiones listo para usar en el próximo malentendido y  nunca llegar a ningún lado.

No me refiero a diferencias por cosa política o religiosa sino a esos malos entendidos en lo cotidiano con la gente que querés.

(Parejas, hermanos, amigues).

Aldous Huxley, el de Un Mundo Feliz, tiene una frase que me costó una “barbaridá” poder entender y memorizar.

Pero cada vez que la repetía, en esa máquina extraña y extravagante que es el cerebro, se me iban prendiendo lucecitas.

Cada vez me decía algo nuevo. Cada vez entendía algo viejo.

Y me daba bronca no haberla conocido y memorizado de joven, porque era más fácil y porque me hubiera hecho menos difícil tanto rumiado de pelotudeces y tantas broncas al pedo, (conmigo mismo, siempre, obvio).

La frase dice así:

“Mejor que perdonar es sanar la imaginaria herida

que el imaginario agravio abrió en el herido ego del aparente yo”.

Guau. Somos mitad carne, mitad humo!

Nos tomamos demasiado en serio, no las cosas, sino a nosotros mismos.

Todo lo que nos pasa con los demás son interpretaciones recontra contaminadas por lo que somos, por lo que creemos que somos, por lo que pensamos que debería ser y por el buen o mal día que nos agarran, piloteando la vida.

Bueno, dicen que no existe lo verdadero, que todas son interpretaciones.

Puede ser.

Súmale que el perdón no existiría. Que sería una pretensión psico/religiosa que se dice fácil.

(Convengamos que si no podés entender no podés perdonar y si podés entender no hay nada que perdonar.)

Va de nuevo.

“Mejor que perdonar es sanar la imaginaria herida

que el imaginario agravio abrió en el herido ego del aparente yo”

No sé cuál será la tuya, pero mi conclusión es: “Somos raros, no?”