“Todas las
familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un
motivo especial para sentirse desgraciada”.
Esa es la primera
frase que usó Tolstoi en su Ana Karenina.
Y yo no puedo
dejar de leerla como una gigantesca ironía.
Ahí, contaba el
problemón que le acarreaba a los Oblonski una infidelidad descubierta.
(Jodeme).
Como buen hijo de
padres separados que fui (y digo fui, porque ya estoy muy grande como para
seguir siendo hijo, a pesar de que hoy, los hijos no se “destetan” ni a los 40);
como buen hijo de padres separados, decía, creía que la cigüeña me había dejado
en el peor de los hogares posibles. Que el barrio y el mundo conocido, estaba
lleno de familias Ingalls y justo me tocaba a mí convivir con un matrimonio que
no había resultado exitoso.
Después, la vida
adolescente te da esa oportunidad de entrar, sigiloso, a otras casas y a otras
dinámicas y te apresurás a pensar que, la verdad, lo tuyo no estaba nada mal.
O, por lo menos,
comprobar que los Ingalls eran una pretensión naif.
Ahora, los que
tenemos la maravillosa suerte de seguir conociendo gente que quiere dejarse
conocer y conocernos, nos rendimos ante la evidencia de que la vida es lo que
has hecho vos con lo que hicieron de vos, como decía Sartre.
Gracias o a pesar
de tu familia.
Y Familia se
convierte en un sustantivo colectivo inevitable, lleno de errores y que,
algunas, ni siquiera tienen el imprescindible acierto del cariño.
Familia, se carga
de tantos significados como familias haya y, desagregando, padre, madre,
hijes, cuñades, primes, abueles, yernos y nueras, también.
Cada uno las
define con su propia experiencia.
Pero bue. Tolstoi
lo dijo muy bien y, en su tiempo, se animó a dividir a esa institución
intocable, en felices e infelices.
El único que se
anima, hoy, a dar definiciones únicas, lacrimógenas y universales, es el Facebook con su frases
pelotudas. (léase, cursis e intrasferibles y llenos de ME GUSTA).
#tolstoi
#anakarenina
#familiasfelices
#familiasinfelices
#sartre
#vidascomparadas