Una gran noticia: Parece que dentro de poco tiempo las máquinas
nos van a dejar a todos sin trabajo.
A todos en el mundo, eh?
No es una buena noticia? Sí! Por fin se terminaría con esa
maldición bíblica!
“Te ganarás el pan con el sudor de tu
frente”. Uf.
Hace rato que se venía viendo. Antes de esto de la IA. Ya
con la robotización. Alguien había propuesto que las empresas pagaran las
cargas sociales de los trabajadores que reemplazaba la máquina, ya que no iban
a pagar sueldos.
Bueno. La vienen pensando, en esos países raros y poderosos
como los escandinavos.
Ahora está esto de la renta universal básica. Guita fija,
por mes, para todos los habitantes del planeta. Nivelaría un poquito para
arriba, no?
Obvio que estos temas, que parecen lejanos aunque ya nada es
lejano, les revientan el hígado a los que han hecho del trabajo una religión
con pecadores.
No es difícil escuchar a alguien diciendo que aunque se
sacara la lotería no dejaría de trabajar. O ver a tipos de más de setenta años,
con guita juntada para 7 generaciones, que no dejan de encarar la mañana con el
objetivo de hacer más guita. “Es que mi trabajo me gusta”, dicen.
Un amigo de la vida, que hoy tiene mucha pero mucha plata
pero con nosotros disimula para no ser grosero, un día nos dijo que no podría
vivir sin trabajar.
Que para él, ir a su empresa cada día, era su razón de
vivir, su lugar en el mundo.
Yo le conté esa anécdota de Watson, el psicólogo
conductista, que le preguntó a sus pacientes, en una terapia de grupo, qué
harían si les diagnosticaran tres meses de vida. Cada uno de los pacientes dio
como respuesta compartir con sus afectos o ir a algún lugar soñado o hacer algo
postergado. Y Watson les dijo que quién les había asegurado que les quedaban
tres meses de vida.
– Bueno, eso es otra cosa – dijo mi amigo, con cara de
preocupado.
Y sí, vivir es otra cosa.
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