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Hablar nada de uno, poco de los demás y mucho de las cosas.

Bien eso, no? Lo decía el general.

Y una de esas cosas que me parecen interesantes para pensar entre todos

es ese bagaje de mandatos y sentencias que traemos desde nuestra infancia y que, porai, repetimos sin darnos cuenta, aunque la experiencia ya nos demostró que no tenían nada de verdad.

Por ejemplo: al que madruga dios lo ayuda.

Millones de seres humanos se levantan antes de que amanezca para ir a trabajar y no podríamos decir que les va como a ellos quisieran.

Pero insistimos en eso del sacrificio y el esfuerzo

y la perseverancia para alcanzar el éxito

y yo veo correr todas las noches a los recolectores para ver si alcanzan al camión de la basura y me lleno de dudas.

Leí por ahí que dicen que Marx dijo que “la perseverancia es la superstición de las mentes pequeñas”. Fuerte eso.

De vez en cuando, la vida nos muestra a uno entre miles que empezó de abajo y llegó arriba, pero me inclino a creer que es la excepción suertuda que confirma la regla.

(Algún cínico dijo que si trabajás no tenés tiempo para hacer plata. )

Vuelvo … Al que madruga dios lo ayuda?

Los multimillonarios en dólares de hoy, tienen menos de 40 años y la vienen agarrando desde que se les ocurrió una idea, tirados en la cama y con la compu en las piernas. Ni sacrificio ni esfuerzo ni nada.

Hace tiempo que sabemos que la cosa estaría pasando por hacer

lo que mejor te sale, lo que más te gusta y hacerlo con ganas.

Son muchxs más de los que te imaginas los que están descolgando el título

porque se dieron cuenta de que no era por ahí y ahora dan yoga o cocinan o se dedican al turismo o son couches de la vida de los demás. La clave sería darte cuenta y hacerlo.

Y si arrancás a media mañana, preferís la noche o te alcanza con un ratito para ganarte el pan, te envidio.

Uh! Ganarte el pan con el sudor de tu frente. Ahí se me escapó otra que habría que revisar, también.