Las meditaciones y oraciónes de Beato Miguel Pro SJ: https://www.morderlarealidad.com/2021/11/24/beato-miguel-agustin-pro-9-9-oraciones-y-meditaciones-del-p-pro/
«¡Señor, vuelve al Sagrario! Ya no esté el Tabernáculo vacío... Mira que en su calvario lo piden tantas almas, ¡Jesús mío!
«Almas tuyas, Señor, crucificadas en la cruz del dolor despedazadas por el duelo más hondo en la existencia ¡el dolor de tu ausencia!
«Tú te fuiste, Señor de los Sagrarios. Tú te fuiste, Señor, y desde entonces mudos están los bronces, los templos solitarios, sin sacrificio el ara, mudo el coro, los altares sin rosas, tristes los cirios de la llama de oro, tristes las amplias naves solitarias, sin que agite sus alas misteriosas un vuelo de plegarias; todo en silencio y en sopor sumido, todo callado y triste, todo tribulación, muerte y olvido...
«Señor, ¿por qué te fuiste? Allí junto al Sagrario en la cita de amor y de misterio, a la trémula luz del lampadario, que dejaba en penumbra el presbiterio, iban los peregrinos de la vida, la inmensa caravana de los que llevan en el alma herida el sobresalto eterno del mañana; los que arrastran la cruz de su presente y cargan el cadáver del pasado como muerto que pesa enormemente dentro del corazón despedazado; el triste, el viejo, el huérfano, el cansado, el enfermo y el débil y el hambriento, y todos los cautivos del pecado, y toda la legión del sufrimiento...
«Iban a Ti, Señor, estrella y faro; y encontraban en Ti dicha y consuelo, en su abandono amparo; resignación y bálsamo en su duelo. ¡Qué pena no se olvida con el amor de un Dios que dio su vida corporal en la cruz! ¿Por la ventura de todos los ingratos pecadores?
«¿Qué tristeza perdura, qué duelo no mitiga sus rigores, qué indecible dolor no se consuela cuando hay un Dios que con nosotros llora, que sufre por nosotros y que implora y noche y día en el Sagrario vela...? Pero no estás allí, no te encontramos en el dulce lugar de nuestra cita; en la desolación de nuestra cuita inquirimos: Señor, ¿a dónde vamos?
«Soplo de infierno en el ambiente vaga; la inquietud en su cenit culmina, y ante la cerrazón de la neblina, toda esperanza del fulgor se apaga. Las almas están solas, parece que naufraga la barquilla de Pedro, y la figura divina del Jesús del Tiberíades, no rasga de la noche la negrura, ni serena la furia de las olas ni calma las deshechas tempestades.
«¿Por qué nos abandonas? Señor, si Tú perdonas a todo el que su culpa reconoce y de ella se arrepiente. Ten piedad de tu México... Conoce toda la enormidad de sus delitos y como a Rey te aclama reverente. Los que ayer te ofendieron, ya contritos a ti vuelven los ojos...»