Hoy te comparto una historia que inevitablemente me saca lagrimas. Te invito a escuchar desde la sensibilidad y la empatía.
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Para el beneficio de cada persona incluyo el escrito de la poesía: El grito que no quisieras escuchar
¡Auxilio!
¡Agua!
¡Ayuda!
Fueron las palabras que escuché y jamás olvidaré.
Las voces desesperadas retumbaron en mis ventanas.
Unos cuantos pasos fueron suficientes para socorrerlos.
Mis vecinos se asfixiaban.
Agua y aire necesitaban.
Dos atesorados elementos que nos mantienen vivos.
Unos cuantos galones de agua y unas inhalaciones ayudaron a las víctimas.
Sin embargo, nada hubiera sido posible sin la empatía y la acción de unas manos amigas.
¡Auxilio!
¡Agua!
¡Ayuda!
Fue lo que recibieron dos vidas que continúan respirando y agradeciendo.
Ahora recibo las calabazas, los plátanos y las chinas de la cosecha de su tierra.
Ahora mi hija se alimenta de esos frutos recogidos por unas manos que siguen viviendo.
