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Mc 1,21-28: No enseñaba como los letrados, sino con autoridad. Audio: Aciprensa Texto y edición: P.Cristovao,svd El evangelio de hoy nos hace pensar sobre el tema de la autoridad. Todo lo que Jesús hacía, era reconocido por la autoridad con que realizaba. Actuaba con palabras y hechos. Nadie jamás pudo convencerse de que lo que él hacía estaba mal, con excepción de los líderes religiosos de los grupos judios. Incluso los que lo perseguían no encontraban una manera de detenerlo y por eso, forzaron una situación que le acusaba de blasfemo. Mejor dicho, como no encontraban ninguna acción concreta mala en el, para acusarlo, manipularon sus palabras en contra de la ley. A él le obedecían los vientos, las aguas. A él le temían reyes, políticos, jefes religiosos y demonios. Tenía la capacidad para reunir multitudes y todos salían satisfechos con sus palabras y obras, con excepción de los que le perseguían. ¿Qué autoridad era esa la que tenía Jesús sobre este mundo? No es tan difícil comprender: la perfección de su autoridad no fue adquirida sino, data por Dios. El fundamento de sus hechos y palabras estaban en la honestidad y la verdad, no tenía miedo en decir lo que estaba mal y daba la sugerencia para cambiar. Aun siendo Dios, compartía su poder con sus amigos, aumentando la esperanza de todos los que les seguían. Para poder vencer los males de esta vida debemos ejercer con autoridad el poder de Dios que actúa en nosotros: Al demonio de la mentira con la verdad; el odio, con amor; la violencia con La Paz; la corrupción con la honestidad; la tristeza con alegria; la presencia del mal con la presencia del bien; el dominio de satanás con el dominio de Cristo. Nos resta preguntar, ¿Qué autoridad tienen nuestras palabras, y nuestros hechos para que nosotros también podamos hacer lo mismo qué él?