Audio y edición: P.Cristovao,Svd
Música: Tomad, Señor, y recibid - Jesuitas Acústico
Mt 20, 17-28: Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
El evangelio de hoy nos hace entrar en un escenario: imaginemos conocer la persona mas extraordinaria, aquella que todos les gustaría tener como amigo. Aun más siendo el candidato más fuerte a ser un rey.
Las personas están entusiasmadas con todo lo que dice, hace e incluso con lo que se decía de él antes de nacer. Entre tantos admiradores, él escoge apenas doce: cuando están gozando de la dicha de ser los amigos del tipo mas popular: que sabe curar enfermos, resucitar muertos, caminar sobre las aguas, atraer los peces a las redes, transformar agua en vino, desafiar los poderes religiosos injustos, convertir gente mala en buena, después de todo esto les dice: sepan que me voy a morir, a lo mejor, ¡a mi me van a matar!
Entonces, eso se convierte en una prueba de fe, de amistad y de valor para el que le conoce. O le abandona al mismo instante o se compromete a fondo con esta persona.
Asumir nuestra cruz de cada día muchas veces nos pone en esta situación. Nos encantamos con Jesús, pero queremos moldearlo a nuestro estilo. Todo esto se resume en una invitación al verdadero servicio que es la entrega de uno mismo por el bien de todos. “Sino vivimos para servir, no servimos para vivir”. si morimos sirviendo, muchos vivirán por mi.
Si seguimos a Jesús sin intención de servir, en algún punto del camino nos quedaremos frustrados sin saber porque caminamos. Para todo lo que hacemos tenemos que imitar a Jesús.
Él Sabía de donde venía, a donde iba y cual era su misión en la vida.
La mayoría de los santos en alguna momento de sus vidas se dieron cuentas de que su meta ya estaba trazada por Dios y por eso, no han abandonado su camino. Algunos muy cortos, otros muy largos y tristes. Pero todos tenían la certeza de que nacieron para un propósito, y todos desearon cumplirlo. Esto los hace muy semejantes a Jesucristo y esto son modelos para todos nosotros.
Señor, enseñamos a no abandonar la misión que nos distes.