Promesas que son como andamios que nos sostienen. Sol, vino, hierbas, poesía, descansar en épocas convulsionadas. Un programa en el que no hacemos falsas promesas cuando la sensibilidad aflora, como esas ideas de felicidad que prometen las publicidades, sobre todo a les más jóvenes y que anidan una crueldad.
Una promesa de futuro mejor que está rota porque tal vez nos falta un ideal revolucionario que nos mueva verdaderamente. Narrativas que se nos caen como la “patria es el otro” -en masculino- y es ahí cuando las feministas aguafiestas decimos que esa es una narrativa quebrada. Estas y otras reflexiones nos deja Marta Dillon en su editorial.
¿Quién puede pensar en reconstrucciones cuando estamos tratando de que la inflación no nos coma lo poco que nos queda? ¿Qué promesas nos sostienen todos los días?