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"Todos enfrentamos un mismo terror: la herida de la mortalidad, el gusano que roe el corazón de la existencia."

Irvin D. Yalom
[1], Mirar al Sol

"Ninguno de nosotros puede evitar el encuentro con el sufrimiento ineludible, con la culpa inexcusable y con la muerte inevadible."

Viktor Frankl. El optimismo trágico.

Para todos hay un mismo final: para el justo y el injusto, para el bueno y el malo, para el puro y el impuro, para el que ofrece sacrificios y para el que no los ofrece; para el bueno y para el pecador, para el que hace juramentos y para el que no los hace. Hay un mal en todo lo que se hace en esta vida: que todos tienen un mismo final. Además, el corazón del hombre rebosa de maldad; la locura está en su corazón toda su vida, y su fin está entre los muertos. ¿Por quién, pues decidirse? Entre todos los vivos hay esperanza, pues Vale más perro vivo que león muerto. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, Pues su memoria cae en el olvido. Sus amores, odios y pasiones llegan a su fin, y nunca más llegan a tener parte en todo lo que se hace en esta vida. (Ecl. 9:2-6)

El anteúltimo escalón del sinsentido en él Eclesiastés es la muerte. Tema tabú en nuestra sociedad tan impregnada precisamente de ella. “La muerte es parte de la vida”, decimos recurriendo a un lugar común, pero sabemos que por razón de la clausura con que nos amenaza, no sabemos bien cómo lidiar con ella. Muchas veces la palabra “muerte” aparece relacionada con la palabra “miedo”. Ella representa tanto la aniquilación como la amenaza de ser arrojado a lo desconocido. ¿Qué hay más allá? ¿La nada misma, la aniquilación sin más, un no ser y punto? He allí la pregunta que recorre los siglos: ¿Hay vida después de la muerte? ¿Y en tanto hay muerte para todo ser vivo, qué vida es posible antes de ella?

[1] ( 1931) Psiquiatra existencial estadounidense que es profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Stanford , así como autor de ficción y no ficción.