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“Cuando hables, no digas cosas dañinas, sino di lo que la gente necesita, palabras que ayuden a otros a ser más fuertes”. (Efesios 4:29)
En el mundo de hoy, la desesperanza es el lenguaje que todos hablan. Cada lugar es una zona de guerra y cada persona un guerrero cruel. Los adjetivos y apodos que usamos son estúpido, tonto, infeliz. En esta zona de guerra todos viven con cicatrices y andan con sus heridas abiertas porque no hay tiempo en la batalla para detenerse a sanar.
La sociedad nos lleva a tomar todo como una competencia en el mejor de los casos, pero en su mayoría como una guerra encarnizada.
No podemos manejar el mundo, pero si nuestra actitud ante el mundo, ante nuestra familia, vecinos, compañeros de trabajo. Podemos decidir no utilizar palabras desalentadoras. No debemos ocultar nuestras heridas detrás de una sonrisa falsa. Aprendamos a ser abiertos
Hagamos florecer nuestras relaciones, creyendo en los demás, soportando y dándonos ayuda. Hay palabras de aliento en las conversaciones, dejamos a nuestro corazón expresarse y ofrecemos oraciones a diestra y siniestra.
¿En qué mundo preferirías vivir?