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ANUNCIEMOS A CRISTO POR AMOR

En el mundo la envidia y la rivalidad entre hombres es evidente, pues desde temprana edad, las personas empiezan a luchar por sobresalir y llegar a ser los mejores. En las escuelas, colegios y universidades muestran rivalidad entre los mejores estudiantes y luchan por obtener las mejores calificaciones para estar en los cuadros de honor. En los puestos de trabajo rivalizan por ser los mejores empleados, y así ser ascendidos a los puestos más importantes. Los hombres siempre están rivalizando, incluso en su servicio a Dios dentro de las congregaciones cristianas y sus ministerios. Esta rivalidad entre los seguidores de Cristo fue evidente en los tiempos del apóstol Pablo, tal como nos da a conocer en su epístola a los Filipenses: “Es verdad que algunos anuncian a Cristo por envidia y rivalidad, pero otros lo hacen con buena intención. Algunos anuncian a Cristo por amor, sabiendo que Dios me ha puesto aquí para defender el evangelio;” Filipenses 1:15-16 DHH.

Luchar por ser los mejores en las diferentes ramas de nuestra especialización, estudio, trabajo o servicio a Dios no es malo, siempre y cuando se realice respetando a nuestro prójimo, y considerándoles que son mejores a nosotros. Pero esto no ocurría de esta manera en los tiempos que el apóstol Pablo se encontraba preso en Roma. En ese tiempo, las personas que habían escuchado el evangelio y se habían convertido a Cristo, empezaron a compartir el evangelio de la salvación a todas las personas, dándoles de esta manera la oportunidad para que puedan alcanzar el reino de los cielos. Algunos creyentes compartían el evangelio por su profundo amor a Dios, pero otros lo hacían por envidia, rivalidad y vanagloria. Sin duda, este grupo de cristianos predicaban para fundamentar su propia reputación, aprovechándose de la prisión de Pablo para hacerse famosos, estos cristianos querían tener el mismo reconocimiento que el apóstol.

Lo que ocurrió entre los cristianos en Roma en los tiempos del apóstol Pablo, no debe ocurrir en la actualidad dentro de las comunidades cristianas en todo el mundo. Pues el servicio a Dios debe ser realizado con amor, por eso no debe existir ninguna clase de envidia ni rivalidad entre los creyentes, además, todos estamos trabajando con el mismo fin, el cual es de dar a conocer el mensaje de la salvación y la vida eterna por medio de la fe en el unigénito Hijo de Dios. Al momento de servir a Dios con los dones y talentos que hemos recibido por el poder del Espíritu Santo, en nuestro corazón no debe haber el deseo de sobresalir o ser reconocidos por el ministerio que llevamos adelante, en su lugar en nuestro corazón debe haber el deseo de que solo el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea exaltado por todo lo alto, ya que solo gracias a Él, hemos alcanzado la salvación y la vida eterna.