Jesús vivía con proyecto. Se había reunido con sus hermanos en la sinagoga. Había visitado la casa de Simon y Andrés curando a la suegra del primero. Las necesidades de la gente que le buscaba no le eran indiferentes, les había sanado a muchos. Había dormido poco aquella noche y se había levantado temprano para orar. Todo esto, simplemente, porque él sabía para que había venido.