Solos no podemos, pero Jesús no nos dejó huérfanos, él envió al Espíritu Santo para que fuera nuestro ayudador, consolador, abogado defensor y nuestra fuente de poder. Hoy aprenderemos que el Espíritu Santo dentro de nosotros es un manantial de vida eterna pero el Espíritu Santo sobre nosotros es un rio de agua viva que salta para satisfacer el hambre y la sed espiritual de muchos.