Desaparecer sin dejar rastro. No responder, bloquear, borrar el rastro digital del otro. El ghosting parece un gesto de esta época hiperconectada, pero el psicólogo Iván Chausovsky propone mirarlo de otro modo.
“Sí, duele —dice—, pero también habla de algo profundamente humano: la dificultad de poner en palabras, de tocar con delicadeza, de escuchar al otro. Hoy vivimos una gran crisis de eso, de la delicadeza”.
Chausovsky advierte que no es algo nuevo, sino una “hipertrofia digital” de viejas conductas. “La posibilidad técnica de bloquear o dejar de contestar solo amplifica algo que siempre existió: la incomodidad frente al conflicto o la pérdida”.
Las estadísticas lo confirman: más del sesenta por ciento de las personas jóvenes reconoce haber hecho o sufrido ghosting. Y la mayoría dice que lo hace para evitar enfrentarse a una conversación difícil.
“El problema —plantea Chausovsky— es que sin palabra no hay reconocimiento. Si no hay marca de recepción del mensaje, el vínculo no se constituye, y eso puede ser muy angustiante”.
El psicólogo también advierte sobre la trampa de la inmediatez: “Nuestro tiempo no es el tiempo de internet. No sabemos hacer pausa, no sabemos esperar. Y cualquier dirección de la cura hoy tiene que ver justamente con eso: con la pausa”.
Frente a la tentación de culpar a la tecnología, propone algo distinto: “No hay que ser tecno-pesimistas ni tecno-optimistas. Somos parte de esto. Ya somos un poco cíborgs. La clave está en encontrar humanidad en medio de lo digital.”
Quizás el desafío no sea apagar el celular, sino aprender a usarlo para estar presentes.
Porque nunca fue tan fácil comunicarse… y sin embargo, nunca desaparecimos tanto.
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