Al profundizar en el autoconocimiento descubrimos una nueva dimensión de la experiencia humana, el inconsciente colectivo. Es de donde provienen las energías arquetípicas, que nos trascienden y, a la vez, influyen en la forma en que percibimos y respondemos al mundo. A nivel cotidiano y superficial, cada cual tiene su propia forma de pensar y su inconsciente personal, pero a niveles más profundos estamos conectados con lo transpersonal.
Los arquetipos son elementos que forman parte del inconsciente colectivo y representan patrones universales que se encuentran en mitos, leyendas, cuentos de hadas y en los sueños. Pueden ser personajes que representan aspectos de nuestra naturaleza: el héroe, la amante, el guerrero, la madre, el viejo sabio; o pueden ser procesos que experimentamos en la vida: la emancipación y búsqueda de autonomía personal, los rituales de iniciación, las crisis o el paso por el inframundo, la muerte y resurrección, la vuelta a casa o reconciliación con las fuerzas de la naturaleza.
Las energías arquetípicas son fuerzas fundamentales que, según Jung, moldean nuestra psique y nuestra experiencia del mundo. La función del arquetipo es regular y ordenar la expresión de la energía instintiva de la naturaleza en la vida humana.
Evolutivamente pasamos por arquetipos diferentes: primero la madre (nutrición y protección), luego el padre (cómo se hacen las cosas, los límites), más adelante aparecen otros arquetipos, el guerrero, la amante, el héroe y, al final, el viejo sabio con la intuición de la totalidad.
La investigación en psicología transpersonal, la interpretación de la realidad que surge de la física cuántica y de la teoría de sistemas, indican una nueva visión del universo radicalmente diferente de la imagen dominante del paradigma científico materialista. Todo indica, como apuntaba Wolfgang Pauli, que existe otra dimensión por debajo de la materia, a nivel subatómico -el universo cuántico-, en que las conexiones se producen por sincronicidad. Eso explicaría la irrupción en el espacio tiempo de fuerzas de la naturaleza, provenientes de otra dimensión transpersonal. En este sentido, el inconsciente colectivo no es algo que exista únicamente por debajo del inconsciente personal, sino que en sí mismo forma parte de la naturaleza, es la dimensión interior del mundo material.
Según la psicología jungiana, en el universo existe un patrón de autoorganización subyacente que se manifiesta como un orden psicológico interno en la experiencia humana, y también como un patrón cosmológico externo. Esto significa que existe una correspondencia entre las energías arquetípicas del inconsciente colectivo y los planetas del sistema solar, como se describe en la astrología. Por ejemplo, el Sol representa la esencia central del individuo y su propósito evolutivo; la Luna simboliza la emotividad, la empatía y los instintos; Mercurio está asociado con la mente analítica y la comunicación; Venus se relaciona con el amor romántico, la belleza y los valores personales; Marte representa la acción, la energía, la lucha y el esfuerzo; Júpiter está asociado con la expansión, el crecimiento, la abundancia, el optimismo y confianza en la vida; Saturno representa la estructura, el paso del tiempo, la madurez y la responsabilidad; Urano simboliza la innovación, romper esquemas y la liberación de estructuras anticuadas; Neptuno está asociado con la espiritualidad, la trascendencia y la conexión universal; Plutón simboliza el poder de la destrucción y creación, la transformación profunda y la regeneración.
Los arquetipos pueden servir como herramientas valiosas para la autoexploración. Identificar los arquetipos presentes en sueños, fantasías o mitos personales puede proporcionar claves para comprender conflictos internos y áreas de potencial crecimiento. Su reconocimiento y comprensión pueden enriquecer la vida al ofrecer perspectivas más profundas sobre la identidad, la relación con los demás y el significado de la existencia.