Las relaciones personales juegan un papel importante en la configuración de nuestra identidad, ya que tendemos a adoptar comportamientos, valores y creencias de quienes nos rodean, asimilando parte de sus cualidades a nuestra forma de ser. Se dice que somos el promedio de las 5 personas con las que más nos relacionamos.
En las relaciones, solemos proyectar en la otra persona tanto nuestras cualidades como nuestra sombra. Este fenómeno se hace más evidente en las relaciones de pareja, en las cuales, al principio existe una tendencia a sobrevalorar los aspectos en común y a no ser consciente de las diferencias, generando a veces expectativas
poco realistas. Entonces, cuando surge el conflicto se produce una crisis, con un sentimiento de decepción o de traición. Es en ese momento cuando se presenta la oportunidad de evolucionar, si se tiene suficiente coraje como para sostener la tensión entre opuestos.
Los conflictos ponen en evidencia los límites del mapa mental y pueden indicar falta de autoestima, carencias y necesidades, que se esperaba satisfacer con la relación. Esto obliga a tomar conciencia de qué estás buscando realmente, qué esperas de la otra persona, qué partes de ti estás proyectando y, hasta qué punto te conoces a ti o conoces a la gente.
Para conocer a la gente, se pueden hacer distinciones de tipos de personalidad empleando el marco mental de la psicología profunda.
Según la psicoanalista alemana Karen Horney, se pueden diferenciar 3 patrones de personalidad en función de la actitud hacia los demás.
En primer lugar, están los que se acercan a la gente, que suelen ser personas empáticas, que valoran las relaciones, buscan el acuerdo y evitan el conflicto. La sombra de esta actitud es el miedo a la soledad y la dependencia emocional.
Luego están los que se oponen a los demás, que son personas más competitivas y luchadoras, que se enfocan en sus ambiciones personales o profesionales, tratando de demostrar que son mejores. Aunque son aparentemente educados, sólo buscan relaciones por intereses, con tendencia a dominar a los demás. En la sombra está
su desconexión de las emociones y la falta de confianza en la vida.
Finalmente, están los que evitan a la gente, que valoran la autosuficiencia, no les gusta la competitividad y la lucha, preservan su intimidad y tienen pocas relaciones, con una cierta aversión al compromiso. Tienen tendencia a conformarse con lo mínimo y no esperar nada de nadie, pero en su sombra existe un sentimiento de vacío y desencanto con la vida.
Por otro lado, según la perspectiva de Jung, se puede diferenciar 4 tipos psicológicos en base a las funciones psíquicas de sensación, emoción, pensamiento e intuición.
Así, según la función que predomina en la conciencia, está el tipo sensorial, que se orienta hacia lo práctico, lo instintivo y lo material; el tipo emocional, con una actitud más empática, carácter sensible y perceptivo; el mental, en que predomina el pensamiento racional, siendo más detallista y comunicativo; y el intuitivo, que es expansivo, apasionado y optimista, con tendencia a confiar en la gente y en la vida. Y, además cada uno de ellos, según su actitud ante el mundo, puede ser extrovertido o introvertido.
Para conseguir mayor congruencia personal y reforzar el sentido de identidad, es necesario integrar la función psíquica que permanece inconsciente. Por ese motivo nos atraen personas con cualidades opuestas a las nuestras. El reto es ser capaz de gestionar el conflicto e integrar la función que estaba inconsciente.
En cualquier caso, la autoestima puede ser reforzada -o debilitada- por las personas que nos rodean. En los momentos de crisis o de cambio es cuando se toma conciencia de las relaciones que nos apoyan y de las que no. Entonces, para la evolución personal, al igual que dejamos atrás viejos hábitos o creencias, también debemos soltar relaciones que bloquean, para abrir un espacio a nuevas relaciones generativas.