El descenso al inframundo es una experiencia arquetípica. Simboliza aquellos momentos difíciles de la vida, que todos debemos enfrentar. Metafóricamente, se refiere a estados depresivos o de ansiedad, producidos por situaciones de crisis, en que entramos en contacto con nuestro lado oscuro. Aun así, son experiencias trasformadoras, que permiten integrar aquellas partes de nuestra identidad que fueron rechazadas y que necesitamos para sentirnos congruentes.
En la mitología, la historia más antigua del proceso de transformación es el mito sumerio del descenso al inframundo de la diosa Inanna. Entró en la “tierra del no retorno”, el mundo inferior de la muerte y la oscuridad, gobernado por su hermana, la diosa Ereshkigal.
Inanna, la Diosa de la Luz, la Dama del Cielo, esposa de Dumuzi, fue la reina de Uruk (Mesopotamia), una de las primeras ciudades de la historia (año 3.500 a.C.) y la mayor ciudad-estado del mundo antiguo.
Es uno de los relatos más antiguos de la humanidad, que se encontró en el templo de Eanna (en el actual Irak), grabado en tablillas con escritura cuneiforme. También es de esa época la epopeya de Gilgamesh, considerada la obra literaria más antigua del mundo. Gilgamesh rechaza a Inanna porque prefiere la compañía de Enkidu, que, a su vez, es el responsable de la muerte de Gugalanna, el esposo de Ereshkigal. Entonces, Inanna se ve obligada a descender al inframundo para presentar sus condolencias a Ereshkigal.
Según el mito, en Sumeria existía una cueva por donde se accedía a Kurnugia, el inframundo, en cuya entrada están las 7 puertas del Ganzir, con sus correspondientes guardianes. En la tradición sumeria, la muerte se consideraba un estado de purificación que conducía a una nueva vida. Es donde reinaba Ereshkigal, la hermana de Inanna.
Todas las etapas de esta historia son una metáfora para describir un viaje interior de transformación – en este caso, el viaje de la heroína- que pasa inevitablemente por un descenso al inframundo, para volver con un nuevo sentido de identidad. Este mito, como el relato griego de Perséfone que desciende al reino de Hades, implica que, para sanarnos a un nivel profundo y conectar con nuestra autenticidad, debemos pasar por la experiencia de reconocer y aceptar aquellas partes que hemos negado o rechazado, así como adaptarnos a los ciclos de la vida.