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En la mitología, al igual que en la vida, tras superar algunas de las pruebas del viaje del héroe, llega un momento en que la conciencia ha evolucionado lo suficiente como para reflexionar acerca el camino recorrido y preguntarse por el origen. Asimismo, en ciertos momentos de la vida puede surgir un sentimiento extraño, de nostalgia, el anhelo del paraíso perdido, que nos lleva a mirar al interior.

Como dicen algunos mitos, al principio todo era oscuridad, tinieblas, hasta que se hizo la luz. En diferentes culturas y tradiciones es sorprendente la coincidencia: un inicio en que todo estaba indiferenciado, el caos, la serpiente cósmica, el Uróboros. Entonces se produce una separación -como entre Urano y Gea, o Marduk, que parte en trozos a Tiamat-, generando la dualidad: luz y oscuridad, Yin y Yang, conciencia e inconsciente.

En realidad, los mitos acerca del origen están hablando del inicio de la conciencia autorreflexiva, cuando el Yo empieza a diferenciarse de su propio inconsciente y dice Yo Soy.

A partir del lenguaje simbólico de los mitos podemos comprender ciertos aspectos fundamentales de la experiencia humana. Por ejemplo, porqué nos asusta nuestro propio inconsciente, o porqué a veces nos resulta tan difícil evitar determinados comportamientos autodestructivos.

Según Erich Neumann, la conciencia del ser humano primitivo experimenta el mundo igual que el yo infantil, al principio sólo esporádicamente, ya que aún depende del inconsciente, la Gran Madre arquetípica. A medida que el Yo evoluciona, la conciencia se va separando progresivamente del inconsciente, como el hijo cuando crece, para finalmente romper el vínculo con la madre. Entonces la conciencia del Yo debe enfrentar la dualidad y el sentimiento de separación de la totalidad. Es cuando empieza la aventura de la vida.