La narrativa del Antiguo Testamento constituye mucho más que una colección de relatos antiguos; es el vehículo principal a través del cual Dios ha escogido revelarse a Sí mismo y Su plan redentor. Gordon Fee y Douglas Stuart definen acertadamente el género como "poderosas historias que relatan los eventos históricos del pasado con la intención de dar significado y dirección a un pueblo determinado en el presente". Esta definición establece un principio fundamental: las narrativas bíblicas no son anales neutrales ni crónicas exhaustivas, sino historia interpretada, seleccionada y estructurada con un propósito teológico deliberado. El Antiguo Testamento es predominantemente narrativo porque su Dios, JHVH, es un Dios que actúa soberanamente en la historia humana. Su carácter no se revela primordialmente a través de proposiciones filosóficas abstractas, sino a través de Sus "hechos poderosos" en el tiempo y el espacio, desde la creación del cosmos hasta el éxodo de Egipto y la conquista de Canaán (Éxodo 15:1-18; Salmo 78).
La elección divina de la narrativa como modo principal de revelación es en sí misma una profunda declaración teológica. No es un accidente literario, sino una decisión intencional que desvela la naturaleza del Dios de la Biblia. Un Dios que se revela a través de historias es un Dios personal, relacional e inmanente, que se involucra directamente con la humanidad dentro del flujo lineal del tiempo. Esto contrasta marcadamente con las deidades distantes, abstractas o cíclicas de otras cosmologías antiguas. Por lo tanto, ignorar la cualidad histórica y la estructura de relato del texto bíblico no es simplemente un error metodológico; es fundamentalmente malinterpretar la naturaleza del Dios que inspiró dicho texto.
Cuantitativamente, la narrativa es el género literario más extenso de la Biblia, comprendiendo más del 40% de su contenido total. Esta preponderancia subraya su importancia hermenéutica. La historiografía bíblica, sin embargo, es única en el Antiguo Cercano Oriente. Mientras que las mitologías de Mesopotamia y las crónicas de Egipto a menudo presentaban una visión cíclica del tiempo o servían principalmente para glorificar al monarca reinante, la narrativa de Israel presenta una historia lineal y teleológica, es decir, una historia que se mueve desde un principio (la Creación) hacia un fin determinado (la consumación del reino de Dios).
Además, las narrativas del Antiguo Testamento deben leerse con una conciencia de su función inherentemente polémica y apologética. Estas historias no surgieron en un vacío cultural o religioso. Israel estaba rodeado por las superpotencias de Egipto, Asiria y Babilonia, cada una con sus propios y poderosos sistemas religiosos. Relatos como el de la Creación en Génesis 1, que describe a un Dios único creando el universo por el poder de Su palabra de manera ordenada y sin esfuerzo, constituyen una polémica directa contra mitos de la creación como el Enuma Elish babilónico, donde la creación emerge de la violencia caótica entre dioses en conflicto. De manera similar, la narrativa de las diez plagas en Éxodo 7-12 no es solo un relato de liberación, sino una demostración sistemática de la supremacía de Yahweh sobre todo el panteón de dioses egipcios. Cada narrativa, por tanto, responde implícitamente a la pregunta: "¿Quién es JHVH y por qué es Él, y no los dioses de las naciones, el único digno de adoración?".
A. Definición y Propósito: Más Allá de Simples Historias
B. La Narrativa como el Género Dominante del Antiguo Testamento
C. El Dios que se Revela en la Historia: La Presuposición Fundamental de la Historiografía Bíblica