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La clave reside en la pequeña preposición διὰ (dia), que indica el agente o el medio. La custodia del depósito se realiza a través de o por medio del poder del Espíritu Santo. Este no es un mero adorno piadoso; es la declaración de una incapacidad humana fundamental. Ninguna cantidad de fuerza de voluntad, brillantez intelectual o disciplina personal es suficiente para esta tarea. La fidelidad doctrinal es, en su raíz, una obra sobrenatural.

Este rol del Espíritu se conecta directamente con la enseñanza de Jesús sobre el Paraklētos en el aposento alto (Juan 14-16). Aunque a menudo se traduce como "Consolador", el término griego conlleva un significado legal y de fortalecimiento mucho más robusto: es un "Abogado", un "Ayudador", un "Defensor" llamado a nuestro lado. El Espíritu Santo no solo nos consuela en medio de las dificultades que conlleva defender la verdad, sino que activamente la defiende en nosotros y a través de nosotros.

El ministerio del Espíritu en la custodia de la verdad es multifacético:

Aunque el mandato de guardar el depósito se dirige personalmente a Timoteo, no es una responsabilidad que deba llevar en solitario. El depósito se le confía al pastor para que él, a su vez, lo edifique en la comunidad que es la custodia corporativa de la verdad.

En su primera carta a Timoteo, Pablo despliega una de las metáforas eclesiológicas más poderosas de la Escritura, describiendo a la iglesia como "columna y baluarte de la verdad" (στῦλος καὶ ἑδραίωμα τῆς ἀληθείας - stylos kai hedraiōma tēs alētheias).36

Es fundamental entender que la iglesia no es la fuente de la verdad. No la crea ni la define. Es la guardiana, la proclamadora y la defensora de la verdad que le ha sido depositada. La verdad sostiene a la iglesia, y la iglesia sostiene la verdad ante el mundo.

Esta visión de la iglesia como custodia corporativa del depósito tiene implicaciones directas para nuestro ministerio. El "buen depósito" no nos es dado para nuestro disfrute intelectual privado. Se nos da para que lo entreguemos fielmente a la iglesia, equipándola para su tarea de ser columna y baluarte

Que podamos abrazar esta encomienda, no con un espíritu de temor que paraliza, sino con la confianza inquebrantable de Pablo, con la diligencia renovada de Timoteo, y en el poder sobrenatural del Espíritu Santo.