Una Defensa de la Alta Cristología del Apóstol Pablo
En agudo contraste, el enfoque metodológico de John Barton trata la Biblia como un documento puramente humano y falible, que debe ser analizado con escepticismo metodológico. Este método, que no parte de una "intención religiosa", presupone las inconsistencias y tensiones teológicas que luego afirma encontrar. Las conclusiones de un Pablo "que avanza a tientas" o cuyas formulaciones son "ligeramente heréticas" no son un descubrimiento de la investigación histórica neutral, sino una profecía autocumplida, el resultado inevitable de un círculo metodológico que garantiza encontrar los errores que su punto de partida asume.
Por lo tanto, este informe demostrará que las lecturas desarrollistas o "heréticas" de la Cristología de Pablo (como el adopcionismo o el subordinacionismo) son un constructo de la metodología crítica. En cambio, una exégesis fundamentada en la autoridad divina del texto revela una Cristología consistentemente alta y robusta que afirma la plena deidad de Jesucristo. Para ello, analizaremos los pasajes cristológicos clave que se encuentran en el centro del debate.
La metodología crítica, en su búsqueda de inconsistencias, se enfoca predeciblemente en un puñado de pasajes que intenta aislar de su contexto teológico. Nuestra tarea es demostrar que una exégesis fiel no solo refuta estas lecturas, sino que las convierte en testimonios de la misma ortodoxia que pretenden negar. Una exégesis cuidadosa y contextualmente sensible de estos mismos pasajes no solo neutraliza dichas acusaciones, sino que revela una teología coherente y profundamente ortodoxa sobre la deidad de Cristo.
La sugerencia de Barton de que Romanos 1:3-4 posee un "tono adopcionista" se basa en una lectura superficial del texto. Pablo describe a Jesús como "nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos". La crítica se enfoca en el participio griego clave ὁρισθέντος ("constituido" o "declarado"), interpretándolo como si Jesús se convirtiera en el Hijo de Dios.
Sin embargo, el eminente erudito del Nuevo Testamento Douglas J. Moo desmantela esta interpretación al demostrar que el peso exegético descansa sobre el rango semántico preciso del verbo ὁρίζω. Este no significa "convertirse en", sino "designar", "determinar" o "establecer". Jesús no comenzó a ser el Hijo de Dios en su resurrección; Pablo ya lo ha llamado "su Hijo" en el versículo 3. El contraste paulino entre kata sarka ("según la carne") y kata pneuma hagiōsynēs ("según el Espíritu de santidad") no representa una transición de la humanidad a la divinidad, sino dos fases del ministerio del Hijo de Dios:
En conclusión, la resurrección no hizo a Jesús el Hijo de Dios. Más bien, lo demostró públicamente y con poder, instalándolo como Señor universal. Se trata de un nombramiento para una función mesiánica exaltada, no de una adquisición de estatus ontológico.
De manera similar, la lectura "subordinacionista" que Barton deriva de 1 Corintios 15:28 ("entonces también el Hijo mismo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas") confunde dos conceptos teológicos fundamentales. Este error surge de no distinguir entre la funcionalidad económica y la identidad ontológica.