Una de las incógnitas del Antiguo
Testamento, así como también de la historia de la iglesia, es entender por qué
algunos grandes líderes tuvieron sucesores y otros no. Por ejemplo, Dios eligió al
sucesor de Moisés, pero no al de Josué. Dice la Escritura que después de que Josué
murió “cada uno hacía lo que le parecía mejor”. Creo que si hubiera habido un sucesor esa época
las tinieblas en Israel no se hubiera presentado.