Nunca Olvides lo Importante.
Era un lunes cualquiera de una semana cualquiera de un año cualquiera. Era un día como hoy. Un día menos. El cielo estaba lleno de nubes negras que rugían como pequeños felinos jurásicos gigantes. Yo caminaba por la vereda, como casi siempre: sin mirar hacia adelante, pateando piedras, acariciando paredes, rejas y escaparates; inmerso en mis abismos interiores; en mis pequeñas angustias burguesas vitales. Llegue a un parque cualquiera de un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera que finjo que ya no me importa pero me duele como uña encarnada.
Miré los sauces, suspiré, y pensé lo mismo que Roberto Arlt cuando escribió aquello de «lo único noble son los árboles… los árboles que envejecen apartándose de los hombres para recoger el cielo entre sus brazos», aunque aquel lunes ese cielo antiguo derramara gotas que hubieran preferido ser sangre para regar de vida las grises calles. Entonces le vi. Todo carne y arruga, sin navidad en los ojos, pero aun con mucho Hollywood en la sonrisa - Seguramente postiza - octogenaria, sabia, deliciosa; de abuelo que espera a que el nieto, de jugar en los columpios, se canse.
No hable con el. No hizo falta, desde un desvencijado banquito verde salpicado de herrumbre, me dijo de sin palabras: «¿Hace cuanto no te llenas los pantalones de barro?¿Hace cuando has olvidado lo feliz que eras saltando en los charcos? ¿Hace cuanto has olvidado lo importante? ¿Hace cuanto? Dime, ¿hace cuanto?