Las cosas buenas de la vida pasan desapercibidas porque las normalizamos.
Uno de los grandes tesoros de mi infancia fue aprender una lengua muerta: El latín.
No entendía por qué tenía que aprender una lengua que sólo usaban los curas en las misas antiguas.
Con los años, me di cuenta de la influencia positiva que tuvo en mi vida el aprendizaje de la antigua lengua romana.
La mayoría de las palabras de mi lengua materna proceden de ella, y conocer el significado raíz de tus palabras es muy poderoso para comunicarte eficazmente con los demás.
Además, recuerdo que en las clases de latín nos enseñaban ciertos refranes que más tarde descubriría que eran universales y encerraban una sabiduría tan poderosa que podían cambiar tu vida por completo.
Yo no los entendía cuando era niño, pero cuando crecí, se arraigaron profundamente en mi psique y moldearon mi forma de ser y de relacionarme con el mundo: mi espiritualidad.
Hoy quiero compartir las cuatro que más me han impactado.