En febrero de 1951, sobre los cielos del Monte Kilimanjaro, la montaña más alta de África, la tripulación de un avión de la East African Airways reportó un extraño avistamiento. A gran altitud, inmóvil al principio y luego con movimientos bruscos, apareció un objeto alargado, brillante y metálico, descrito como un “cigarro plateado” con franjas oscuras verticales. La prensa de la época recogió el suceso como un enigma sin resolver, sumándose a la ola mundial de reportes de “platillos volantes” que seguía al famoso caso de Kenneth Arnold en 1947.