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Hay montañas que, por su forma, su historia o su energía, parecen llamar al misterio. Y luego está Montserrat. Un macizo de formas imposibles, que se alza como una catedral natural a apenas 30 kilómetros de Barcelona, y que ha sido durante siglos un faro espiritual, cultural y, desde hace décadas, también ufológico.
Montserrat no es solo una montaña. Es un símbolo. Una tierra de leyendas y milagros, donde se venera desde hace más de mil años a La Moreneta, la Virgen negra de Cataluña. Sus riscos han sido escenario de visiones, peregrinaciones y epopeyas medievales. Pero en tiempos más modernos, algo distinto comenzó a gestarse entre sus crestas: el cielo parecía abrirse para mostrar algo más.
Desde finales de los años 70, Montserrat se convirtió en uno de los epicentros del fenómeno OVNI en España. Bajo la iniciativa del contactado Luis José Grifol, decenas —y en ocasiones centenares— de personas comenzaron a reunirse periódicamente en la montaña para observar el cielo y meditar en grupo, en lo que se conocieron como las famosas vigilias de contacto.
Luces inexplicables. Movimientos anómalos. Testimonios de contacto. Medios de comunicación cubriendo los encuentros. Investigadores, escépticos, curiosos y creyentes… Todos, de alguna manera, han mirado a Montserrat con una mezcla de asombro, respeto y escepticismo.
Y ahora, este 26 de julio, una nueva alerta OVNI vuelve a convocar a los vigías del misterio. En una era marcada por la inteligencia artificial, los algoritmos y la desinformación, ¿qué sentido tiene seguir mirando al cielo desde Montserrat? ¿Qué nos dice este lugar sobre el fenómeno que estudiamos?