Los avistamientos son muchos.
Demasiados para que la historia oficial los abarque.
Solo unos pocos, los más ruidosos o mediáticos, logran abrirse paso entre el silencio.
Pero hay otros, los que permanecen en la sombra, grabados únicamente en la memoria de quienes los vivieron.
Encuentros que no pueden explicarse, pero que dejan una huella indeleble.
Una de esas historias nos lleva a septiembre de 1975, en una carretera solitaria de la provincia de Guadalajara.
Entre Fuentenovilla y Yebra, cuatro personas vivieron algo que cambiaría para siempre su forma de mirar al cielo.
Este es... el testimonio de Lab.