En el Levítico (19, 18) se afirma: «No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». Perdón y rencor son las caras opuestas de una misma moneda y para pasar de una a la otra es necesaria mantener la mirada del amor.