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Hay cosas que

Hay cosas que respiran, y el poeta las recoge:
Las nubes respiran, indudablemente, aguantan el aliento para que las fotografíen, y luego sueltan toda su inseguridad sobre las montañas.

Hay cosas que estornudan, y el poeta las colecciona:
Los ríos estornudan, eso se sabe,
y en su espasmo liberan los cadáveres que los habitan,
las carcasas de lo que era
y como no es más
lo fuimos tirando a los ríos.

Hay cosas que ríen, y el poeta las captura para que no rían más:
Las hormigas ríen, aunque no lo sepa nadie,
principalmente porque no saben que son hormigas;
se carcajean mientras bailan, hojita al hombro,
la reina no paga la quincena y ríen,
se destornillan cuando una muere aplastada bajo un zapato
o un dedo párvulo.
La vida de la hormiga se resume en
nacer,
reír
y morir de risa.

Hay cosas que lloran, y el poeta latinoamericano las sabe todas:
El violín llora, y por eso se ama en tango.
El malinche llora de color, por eso está solo.
América llora, porque América no deja entrar americanos en América, y los deja morirse de risa,
como las hormigas.
Y los dioses lloran.
El maíz llora y se hace chicha que ya nadie bebe.
Matagalpa llora y se le llenan los ojos de polvo porque no llueve.
Y Monserrate, porque lo ve todo.
Lloran el elefante de Atitlán y la boa que lo tragó.

Hay cosas que se van a morir, y el poeta las escribe para salvarlas.