Qué bendecida somos al ser hijas de Dios y poder acudir a Él en momentos de necesidad, de tristeza o en aquellos momentos en que lo que nos está sucediendo no puede ser compartido con nadie. Mateo 27:50, 51 más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y aquí el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron. Ya no tenemos necesidad de alguien que lleve nuestras oraciones, nuestros pecados, o nuestras necesidades ante Dios, podemos entrar directamente a su presencia, y encontrar aquel consuelo que necesitamos; pero no un consuelo sencillo sino un verdadero consuelo tan grande que el Señor menciona que es fortísimo. Hebreos seis 17-20. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Tengamos esa confianza de acudir a nuestro Dios para consuelo. Él es Realy quiere ayudarnos en cada una de las cosas que nos pasan.