Once años después de la muerte de su hija, le es comunicado a Margarito Duarte que su mujer e hija deberán ser exhumadas a causa de la construcción de una represa que obligará al traslado del cementerio del municipio. La exhumación del cuerpo incorrupto de su hija cambiará para siempre la vida de Margarito Duarte, quien marchará a Roma con el objetivo de que la Santa Sede y el papa reconozcan la santidad de su amada hija.