Cuando un matrimonio está esperando un hijo, uno de los momentos más especiales es decidir qué nombre le pondrán. Ese nombre no es solo un título; es una declaración de identidad, amor y propósito. Cada nombre lleva consigo una historia, una razón por la que se eligió y una expectativa de lo que ese niño o niña llegará a ser.
De manera similar, en nuestra relación con Dios, Él también nos conoce por nuestro nombre, y cada uno de nosotros tiene un propósito y un destino. Los nombres no son solo etiquetas; son símbolos de identidad y destino, y hoy veremos cómo Dios valora profundamente los nombres y lo que eso significa para nosotros.