Con el paso del tiempo, las rutinas espirituales pueden volverse mecánicas. Oramos, leemos, asistimos a la iglesia… pero nuestro corazón ya no late con la misma pasión por Dios como al principio. Esta fue la advertencia que Jesús dio a la iglesia de Éfeso: tenían obras, paciencia, y doctrina… pero habían dejado su primer amor.
Hoy Dios nos llama a renovar esa relación íntima y fervorosa, a volver al fuego del comienzo.