Dice Alma Delia Murillo en un pedacito de su libro: "si no nos unían lazos de sangre, al menos formábamos parte de la misma estirpe de dolientes". Así Lizzy y yo, reconociéndonos, y siendo capaces de sostener una larga conversación, intercalando recuerdos menesterosos y otros no tanto. El código inagotable y divertidísimo de la recuperación; una manera de hablar entre nosotros que lo dice todo y que al final relata el soundtrack de nuestras vidas.