En contra de la creencia tradicionalmente instaurada, las buenas nuevas son en realidad comunicados de gran inteligencia y valentía emocional. Quienes las practican tienen buena memoria, capacidad de entablar amistades y también de sentir pesar cuando consideran mandar a sus compañeros al matadero porque se confundieron nomás poquito y se engolosinaron con un dramón o una serie incansable de malas noticias. Decidir qué comunicar es cuestión de principios.