A medida que pasaba el tiempo, más crecía la devoción de los doce hacia Jesús y más comprometidos estaban con la labor del reino. Su devoción
era, mayormente, una cuestión de lealtad personal. No llegaban a
entender las numerosas facetas de su enseñanza, como tampoco
comprendían del todo la naturaleza de Jesús ni el significado de su
ministerio de gracia en la tierra.