Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde la Quinta Avenida.
La Quinta Avenida es la espina dorsal de la ciudad. La divide entre el Este y el Oeste. Un lugar fronterizo. Al cambiar de acera, como si hubieras cruzado el Rubicón, te encuentras a pocos pasos con el Paley Park. Un minúsculo rincón para evadirte del caos del Midtown, al que muchos vienen para intentar despresurizarse del estrés laboral. Te sientas. Puede que con la respiración entrecortada y el pulso acelerado por la vibrante energía que emana. Buscas la calma, pero no es fácil con tantos estímulos alrededor. Para bajar pulsaciones, puedes concentrarte mirando la cascada que hay en uno de los muros de este pequeño parque. El sonido del agua golpeando contra el suelo enmascara el ruido de los coches y las sirenas de policía. Un oasis de calma en el corazón de la gran ciudad. ¿Eres de buscar este tipo de sitios?
La Quinta Avenida no es el principio del camino. Ni tampoco el final. Incluso ni la mitad. La calle más famosa de esta ciudad es inevitablemente parte del camino, sin más. Es esa confusión que muchas veces pretendemos evitar. La angustia, la tristeza o la soledad son inherentes a nosotros mismos y, cuando aparecen, hay que dejarlas fluir, no huir de ellas. Por mucho que nos arrasen. Es como si tratásemos de escapar de nosotros mismos: por más que corramos, nuestra sombra seguirá pegada al pie. No te atreves a darte la vuelta, porque sientes que va detrás. Justo al girarte, una ráfaga de aire hace que se evapore esa sensación. Por un momento, piensas que era real. La Quinta Avenida te golpea, pero sigues aquí. Y esa es una gran victoria.
Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.