Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde el Aeropuerto JFK.
La “primera vez” es una turbina que mueve nuestro motor hacia adelante. Eso es lo que te trae a Nueva York. La aduana del JFK es una sórdida y fría sala en la que los policías sellan pasaportes como si marcaran ganado. De fondo escuchas a un oficial recitando con desgana las instrucciones sobre cómo rellenar la documentación. Después de casi una hora en la fila, eres el siguiente. El agente recibe con ceño fruncido, barba hipster y pocas ganas de conversación. De su boca salen palabras sueltas en imperativo. Más que hablar, ordena: documentación, huellas, dedo derecho, dedo izquierdo, mire a cámara, motivo de su viaje… Sella sin ganas el pasaporte y desea buena suerte. Una pequeña concesión a la frialdad con la que te ha recibido Nueva York.
Nos hacen creer que el fracaso es nuestro mayor enemigo. Lo recalcan todas las mañanas con las típicas frases presuntuosamente inspiracionales pintadas en tazas de café. Últimamente he aumentado mi colección. De fracasos. Y de tazas. Tengo varias en una estantería de la cocina. Entre ellas, la típica del “I love NY” con letras negras y un corazón bien rojo. La recuerdo ahora que vuelvo a pensar en Nueva York. Donde “fracaso” es una palabra tabú. Pero eso ya no es importante. Porque si viajas mucho en avión, tienes más posibilidades de morir volando. Pero, si te quedas en casa, habrá más posibilidades de hacerlo tirado en el sofá. Es preferible pasar a mejor vida a diez mil pies de altura. Huimos de nuestros miedos intentando dejarlos atrás. Pero ha llegado el momento de enfrentarnos a ellos por primera vez. ¿Aceptas el reto?
Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.