Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde Bryant Park.
Llevas un rato caminando por la calle 42. Te paras en uno de los bancos que hay en Bryant Park aprovechando que hace un día llevadero. A pesar de eso, el asiento está frío. No tienes mucha prisa, la verdad. Siempre he creído que conocer es querer. Y que, cuanto más conoces un lugar, más lo quieres y, por lo tanto, más te sientes parte de él. Es lo que ocurre con Nueva York. Este proceso de desnudar y vestir a la ciudad hace que te reconcilies con ella. Una vez me dijeron que la casa de uno está allá donde te encuentres a gusto. Nueva York es ese lugar al que, cuando vienes, te esperan. Aquí no eres un visitante, no necesitas folletos de atracciones turísticas ni planos para orientarte. El único GPS es la intuición. Tienes el consuelo de saber que el presente ya es pasado y que el futuro nos espera.
Escribir es expresarse, es manifestarse al exterior. Pero también es introspección, dolor, bucear en uno mismo hasta sacar lo más profundo de tus entrañas. Suele ser vibrante y, a veces, agotador. Un ejercicio de búsqueda interior que te deja exhausto. Es un proceso en el que buscas pero, muchas veces, no encuentras. Puede parecer injusto e, incluso, frustrante. Pero, si aparecen las palabras adecuadas, es desbordante. Se deslizan hasta el teclado por el tobogán de los dedos, y se quedan atrapadas en la página que en su momento estuvo en blanco. Nueva York siempre es Nueva York. No solo es una ciudad: es una persona, una idea, un estado de ánimo. Y es todas esas cosas a la vez. Nadie vuela demasiado alto, si únicamente lo hace con sus alas.
Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.