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Description

Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde Chinatown.

Chinatown es irreductible. Tanto que, manzana a manzana, va conquistando terreno. Hacia el norte, se lo quitan a Little Italy. Y hacia el este, a los judíos del Lower East Side. Los letreros escritos en mandarín, el olor que desprenden los puestos de comida callejera y los patos colgando de los escaparates nos podrían hacer pensar que estamos en el mismo Pekín. Al doblar a la derecha de Mott Street y llegar a Grand te encuentras con la agradable sorpresa de uno de los muchos locales de masajes que hay en el barrio. Un antro encajonado en un sótano, al que se accede por unas escaleras minúsculas. El local es pequeño y oscuro. Su decoración es de bazar oriental, con guirnaldas de lucecitas de colores, flores artificiales, figuritas de plástico imitando la porcelana y, cómo no, el gato de la suerte, que te invita a pasar al compás de su brazo. ¿Entrarías a un lugar así?

En casa te enseñan a anteponer el orden al caos, el plan a la improvisación, Apolo a Dionisio. Doblar simétricamente las sábanas. Colocar el papel higiénico siempre del mismo lado. Organizar la ropa del armario por colores. Esa obsesión puede provocar que le pongas etiquetas a todo, incluso, a las relaciones. Hasta que conoces a alguien que hace que todo salte por los aires. Ella, tan canción del verano. Yo, tan sinfonía de Beethoven. Ella, tan Barroco. Yo, tan Renacimiento. Pero, gracias a esa persona, aprendes que dos más dos, a veces, no son cuatro. Que el vaso no tiene por qué estar siempre medio lleno o medio vacío. Y que la vida es todo eso que hay entre el blanco y el negro. Pero también puede que haya excepciones que confirmen la regla y, por tanto, que podéis ser esos extraños polos opuestos que no terminan por atraerse. No pasa nada.

Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.