Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde Grand Central Station.
En Grand Central el ruido de las maletas se mezcla con el de los trenes. Quedas en el Oyster Bar, una de las ostrerías más reputadas de la ciudad. Está junto a la Galería de los Susurros, que se encuentra debajo de la entrada principal y tiene una acústica especial. A pesar de que tu acompañante se encuentra en el otro extremo de esta bóveda diseñada por el arquitecto español Rafael Guastavino, la sigues escuchando como si estuviera al lado. Te giras para cerciorarte de que no bromea, y compruebas que sigue sin moverse, mirando a la pared y hablando sola. Su pretendido interlocutor no es el azulejo que tiene delante, sino tú. La oyes nítidamente. La forma de la bóveda permite una acústica perfecta, por la cual el sonido se propaga como la mecha de la dinamita.
Hablamos de cara a la pared. Como si lo hiciéramos en el Muro de las Lamentaciones. Solo que aquí hay alguien al otro lado, pero en una dimensión opuesta. Es un juego espacial, en el que la geometría acorta las distancias. Se invierten las referencias espaciales, ya que no nos dirigimos físicamente a quien está delante de nosotros, sino detrás. Hemos perdido el cara a cara y la longitud es mayor. Pero nos acerca el sonido que llega. Comunicación sin cables, este debe ser el origen del bluetooth. Nos hablamos, ajenos al ir y venir de personas. Cada uno en una esquina. Donde los susurros se convierten en gritos. Y donde el frío de la pared se transforma en el calor de su voz. Estamos lejos, pero nos sentimos cerca.
Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.