Si es tu primera vez aquí. O si ya has estado, pero como si lo fuera. Te mando esta postal sonora de Nueva York desde el Queensboro Bridge.
El puente de Queensboro, que marca la frontera entre Manhattan y Queens sobrevolando Roosvelt Island, regala unas vistas únicas de los rascacielos silueteados. Bajo sus arcadas, en la parte pegada a Manhattan, a la altura de la calle 59, estaba el Bridgemarket, donde vendían el mejor pescado fresco de la ciudad. Desde esta lonja salían las ostras que luego servían en el Oyster Bar de la estación Grand Central. Ahora es un lujoso restaurante llamado Guastavino’s. Un apellido que, rápidamente, te hace pensar en la Estación Fantasma o la Galería de los Susurros. En su interior compruebas al ver su bóveda tabicada, de ladrillo plano, que el nombre del restaurante no es casualidad. El techo está cubierto con las típicas baldosas guastavinas. No puedes dejar de mirar hacia arriba, contemplando la belleza simétrica de este lugar.
Dando un paseo por tu conciencia te das cuenta de que no hacer nada es más difícil que hacer algo. No hacer nada es pasear por los callejones sin salida que son esa gota que cae del grifo cada segundo, durante horas, con aspiración de convertirse en mar. No hacer nada es que ahora tu único baile sea de números. No hacer nada es pedir la carta en este restaurante en el que lo que te comes es la cabeza. Y no hacer nada es perderte una vez más por no tener el plano en esta ciudad llamada uno mismo. Por eso ahora prefieres pensar en el presente. Así que estos días, cuando te levantas, no piensas que «lo mejor está por llegar». Te limitas a contemplar lo que hay a tu alrededor. Porque no hay nada más. Solo el aquí y el ahora. Y toca vivirlo de la manera más plena posible. El ayer es historia. El mañana, un misterio. El hoy, un regalo. Por eso se llama presente.
Gracias por escucharme. Un abrazo desde Nueva York.