Ahora viene la prueba de fuego: ¿se atreverá nuestra flamante presidenta a proceder contra gobernadores, alcaldes o jefes policiales de su propio movimiento? Si lo hace, estará declarando guerra abierta al hombre que la ungió como sucesora, como quien coloca una marioneta en el trono para luego sorprenderse de que quiera cortar los hilos. La grieta con Morena ya muestra sus primeras fracturas tectónicas: Monreal y Adán Augusto, fieles soldados del obradorismo, ya han mostrado sus colmillos en dos ocasiones. El escenario se dibuja con la sutileza de una caricatura política: a la presidenta se le rebela el Congreso, pierde el control de su partido, y comienza a circular el fantasma de la revocación de mandato —esa brillante idea constitucional que AMLO nos legó, como quien regala una serpiente venenosa como mascota.
