Muchas veces en la vida sólo nos preocupamos de lo externo. Hoy escuchamos al profeta Ageo, quien aparece en un momento muy importante, en el que los repatriados del exilio se pusieron a reconstruir el templo, pero como los trabajos eran muy demandantes, pronto se suspendieron. Pasado el fervor inicial, todo mundo comenzó a ocuparse de sus propios intereses, olvidándose de los demás y también de Dios. Escuchemos a Ageo 1, 1-8.