Cuando tenemos algo valioso, luchamos por guardarlo, lo protegemos de todo peligro. Lo mismo debería suceder con nuestra vida y nuestro corazón. Hoy, nuevamente, el Señor nos invita a estar vigilantes para no dejar que nada nos haga daño en nuestro interior. Reflexionemos en el Evangelio de Lc 12, 39-48.